Jul 192013
 

Barcelona, ​​19 de julio de 1936. Las sirenas de las fábricas llaman a los trabajadores a la lucha

A partir de hoy iniciamos la publicación de textos aparecidos en el número especial de Polémica con motivo del 50 aniversario de la Revolución española de 1936. Estos textos, que relatan la reacción del pueblo ante el levantamiento militar fascista, tienen el valor de ser testimonio de personas que fueron testigos directos o protagonistas de aquellos hechos.

Federica Montseny

Amaneció el 19 de julio en Barcelona entre el ruido ensordecedor de las sirenas que llamaban al pueblo a las armas.

Todo el día 18, y el 17 y el 16, se les habían pasado los trabajadores montando guardia cerca de los cuarteles y centros oficiales. Hasta las cuatro de la madrugada del 19 permanecieron los militantes en los sindicatos, en la Generalitat y en todos los centros y ayuntamientos de los pueblos y poblaciones de Cataluña. Llegaban noticias confusas de toda España. Que si en Zaragoza se ha revuelto Cabanellas, que si en Sevilla Queipo de Llano y en Canarias el general Franco. Que si se espera el golpe en Barcelona para esta noche. Abad de Santillán, García Oliver, Ascaso, Durruti y Assens, los dos últimos en representación del Comité Regional y de la Federación Local, habían estado en Gobernación ya la Generalitat, exigiendo de Compañeros la entrega de armas, indispensables para organizar la defensa el centro de la capital y en las barriadas. Se las negaron hasta el último momento y los primeros combates tuvieron sostener dando el pecho desnudo a fusiles y los cañones. Y ya comenzada la lucha, sólo nos dieron un centenar de pistolas. El pueblo tuvo que armarse, conquistando las armas a las tropas sublevadas.

Las descargas de fusilería, el fragor de los combates retumbaba de un ámbito a otro de Barcelona. En la región, el pueblo estaba también sobre las armas. Los trabajadores acudían de todos los pueblos, concentrando sobre las plazas fuertes. Figueres y Girona fueron durante muchas horas motivo de gran preocupación. El pueblo rodeaba los cuarteles, impidiendo la salida de las fuerzas rebeladas contra la República. Lleida y Tarragona no llegaron a sublevarse, ya que el movimiento, no triunfante en Barcelona en las primeras horas, apareció ya sin solución de continuidad en el resto de Cataluña. (Leer el resto de la noticia)

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