En Picking siempre habíamos estado con los que creíamos eran “los sindicatos”, Comisiones i Ugt. Nos venían, nos montaban todo el tinglado electoral, no nos teníamos que preocupar por nada. Eso sí, cuando había que negociar en el Comité o cuando la empresa se excedía en sus abusos con algunas de las trabajadoras y se les requería asesoramiento y apoyo para combatirlo, la respuesta era “es lo que hay, la ley es así, no se puede hacer más”. Imaginad la rabia e impotencia que generaba en la plantilla: sufrir injusticias, no saber afrontarlas y que tus supuestos defensores pasen de ti porque “es lo que hay”.
Entonces oímos que de los laboratorios Grífols, hartos de lo mismo, se habían pasado en masa un sindicato llamado CGT, que siempre se nos decía que eran unos revolucionarios “cierra empresas”, y ahora les iba mucho mejor. Que hacían y que reivindicaban lo que decidían los trabajadores mismos, vaya.
Así pues, algunas nos acercamos al local de Mollet del Vallès.
Al principio daba yuyu, gente amable pero directa. No nos prometían precisamente el cielo dorado y sí que ellos y ellas nos acompañarían y ayudarían, pero que éramos nosotras quienes teníamos que ser conscientes de nuestros derechos y aprender a reivindicarlos. Que no hay que saber mucho de leyes, que las leyes están ahí escritas para utilizarlas cuando sean necesarias. Y ser capaces de ir más allá.
El primer día fue quizás para no volver. Pero volvimos.
Y nos ayudaron, vaya si nos ayudaron, pero también nos pasaron la responsabilidad de decidir y ser soberanamente autónomas por primera vez. Y eso cuesta esfuerzo, hasta duele. Pero una vez te liberas del corsé de la dependencia clientelar, vuelas, te sientes valiente, te atreves a vindicar abiertamente aquello que ha de ser tuyo por derecho y que no son limosnas ni migajas del Patrón. Se le llama ver claro.
Y rompimos nuestras cadenas con los sindicatos colaboracionistas con las empresas: Nos presentamos a las elecciones sindicales como nosotras mismas, con las compañeras de la CGT.
Y el día 23 de noviembre votamos. La emoción era grande. Agotadas por el trabajo de preparación realizado, por primera vez por nosotras mismas, emoción por el potencial apoyo (o no) de nuestras propias compañeras al proceso emancipador, miedo a haber dado la cara y si perdíamos tener consecuencias.
Pero ganamos. A veces el hambre de libertad atrae también al pájaro que vive cómodamente alimentado en la jaula. Euforia desenfrenada. Magia. Al principio no nos lo creíamos.
Ahora toca pisar firme y empezar la ardua tarea de vindicar los derechos que durante todos estos años nos ha venido toreando la empresa con la inestimable colaboración de los “asesores sindicales” de los sindicatos-gestoría. PERO AHORA LO HAREMOS NOSOTRAS, UNIDAS, SIN INTERMEDIARIOS.
En esta lucha hemos sido todas mujeres, nuestro 25N ante el patriarcado empresarial.
Un fuerte abrazo agradecido a los y las compañeras de la CGT del Vallès Oriental, todas trabajadoras también.
Nuestra pequeña y modesta revolución, pero nuestra.